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El paulatino aumento de la ocupación femenina a lo largo de los últimos 20 años ha puesto en evidencia problemáticas sociales como la sobrecarga de trabajo femenino, debido a la suma del trabajo formal y el doméstico. Esto genera un impacto negativo en el desarrollo personal de las mujeres, quienes tienen muy poco tiempo de relajo y dispersión.
La doble presencia femenina, es entendida como la realidad de las mujeres que poseen una sobrecarga de trabajo, producto de cuestiones sociales y familiares, las cuales generan diferencias entre la cantidad de tiempo en que los hombres de familia colaboran con quehaceres del hogar.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), al 2018, un 48,5% de las mujeres participaba en el mercado laboral versus una tasa del 71,2% de ocupación masculina.
Además, según la Agenda Laboral para la Corresponsabilidad del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales, al año 2018 del total de personas inactivas por motivos familiares en Chile, es decir, quienes se encuentran en edad de trabajar pero no lo hacen por razones como el cuidado de hijos o personas dependientes, un 97,2% son mujeres.
Estos números reflejan la realidad chilena, donde la mayoría de los hombres posee un trabajo formal remunerado, mientras que un 52% del total de mujeres no participa del mercado laboral chileno, debido principalmente al cuidado de personas en su familia.
El 2010, la Primera Encuesta Nacional de Empleo, que contempla el trabajo, la salud y la calidad de vida, reveló datos claves acerca de la carga de tareas domésticas, en la cual un 23% de las trabajadoras señalaron no contar con tiempo para el ocio por tener que cumplir con actividades domésticas o familiares.
El estudio “Trabajo y Familia: Hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social”, elaborado por el PNUD y la OIT el 2009, menciona que cuando las mujeres viven la doble presencia se producen tres fenómenos:
La asociación de proveedor como figura masculina y la doble presencia femenina, radica en sobrecarga de trabajo, y problemas de autoestima en las mujeres como estrés, ansiedad y depresión. Lo cual perjudica su productividad en un contexto de doble trabajo, provocando que este rol sea aún más agotador.
Para combatir este problema, es necesario que las empresas adopten las medidas adecuadas para ayudar a conciliar la vida profesional y las responsabilidades familiares.
Algunas de ellas son:
Principalmente mantener un trato igualitario con hombres y mujeres respecto a permisos ligados a la familia, ayudará a que la carga sea igualitaria para todos. Si tanto trabajadoras como trabajadores tienen familia, el trabajo doméstico se iguala cuando permitimos a padres, hijos o hermanos responsabilizarse de esas labores.
Además, generar la confianza para que ellos lo hagan, en una sociedad donde esto se asocia al género femenino, logra que la balanza comience a equilibrarse. Recuerda que la doble presencia femenina, influye en la vida personal y profesional de las mujeres, afectando en su desempeño y motivación.